La carilla dental es una pequeña lámina que se coloca en la parte visible del diente para enmascarar o tapar problemas ocasionados por infecciones como la caries, deficientes restauraciones previas, fracturas del esmalte, alteraciones del molde y cambios en el color para mejorar su imagen externa.
Se recomienda en dientes del frente anterior con grandes manchas y decoloraciones, o muy destruidos por caries o golpes.
Sus ventajas es que mejora la estética dental, puesto que se puede elegir tanto la forma como el color de los dientes, dándoles un toque más natural para que nadie note las carillas, siendo además un tratamiento mínimamente invasivo en el que todos los materiales utilizados son duraderos y biocompatibles.
En la mayoría de los casos, el proceso de colocación de una carilla dental cerámica se divide en dos citas separadas y por lo general, el intervalo de tiempo necesario es ínfimo, entre 48 horas y una semana, en los que se hace un estudio general y análisis del caso del paciente, se prepara el diente para la colocación de la carilla con exactitud y precisión y, mediante un adhesivo especial se colocan las carillas, siendo el proceso de colocación seguro y bastante rápido.
En este tipo de tratamiento, las piezas son esculpidas con la última tecnología y hechas con cerámica, recreando los dientes con excepcional naturalidad, permitiendo realizar ajustes con grosores muy reducidos, lo que posibilita hacer restauraciones precisas y mínimamente invasivas.
A diferencia de otros tipos de carillas, como por ejemplo las de composite, las carillas de porcelana apenas necesitan mantenimiento para mantener el aspecto natural de los dientes, pues tienen una duración mayor y son mucho más estables tanto en coloración como en su forma, siendo en definitiva más resistentes y mejores.